Valorar la infrastructura hidráulica

El valor del agua para la sociedad se ve reforzado por la infraestructura hidráulica, que sirve para almacenar o mover el agua. Pero su valor va más allá del coste de la propia infraestructura y abarca los distintos beneficios que proporciona.
En 2030 la inversión en infraestructura de agua y saneamiento deberá situarse en alrededor de 0,9–1,5 billones al año, aproximadamente el 20% de la necesidad total de todos los tipos de inversión en infraestructura. Alrededor del 70% de toda esta inversión en infraestructura se llevará a cabo en el Sur global y una gran parte de ella en zonas urbanas en rápida expansión. En los países desarrollados, se necesitarán grandes inversiones para renovar y modernizar.
Habida cuenta de las cantidades de dinero invertidas en infraestructura hídrica, cabría esperar que se desarrollara un método de valoración adecuado de los costes y los beneficios, al menos medianamente estandarizado y de amplia aplicación. Pero no es así y a menudo no se cuantifican los beneficios que la infraestructura aporta a la sociedad. La valoración de la infraestructura hidráulica se centra principalmente en los costes financieros y en los retornos financieros y suele omitir los costes indirectos, en concreto, los costes sociales y medioambientales, que se suelen tratar como externalidades.
Por ejemplo, el riesgo y la resiliencia ligados al agua pueden tener valores muy altos: la capacidad de la infraestructura hídrica de seguir proporcionando beneficios en circunstancias ordinarias y extraordinarias se puede definir como valor de resiliencia. El valor de resiliencia se refleja en los costes de fallos del sistema que se ahorran y en la velocidad de recuperación de los mismos.
Muy a menudo la valoración de la infraestructura hídrica se centra en un tipo de análisis basado en el coste-beneficio, pero a nivel empírico su valor va más allá de la infraestructura misma para incluir los beneficios que proporciona.
Fundamentalmente, la valoración de la infraestructura hídrica consiste en buena gobernanza. Para que las valoraciones bien hechas puedan realizar su función, es necesario que al menos haya un intento de gobernar bien.