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Combinar técnicas ancestrales y biotecnologías modernas para reverdecer Túnez

La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, COP24, de este año, que tuvo lugar en Katowice, Polonia, reiteró su llamamiento a favor de una acción urgente después de un año marcado por catástrofes climáticas devastadoras en todos los rincones del planeta. La Conferencia dedicará la jornada del 13 de diciembre de 2018 al papel clave que desempeña la educación. En una de las regiones más áridas de Túnez, los estudiantes promueven la transformación apoyándose en antiguas y nuevas técnicas para plantar árboles y reverdecer el país. 

Una técnica de irrigación ancestral mediante vasijas de terracota revisada gracias a la tecnología moderna es solo una de las ideas que se llevan a cabo gracias a un proyecto tunecino de reverdecimiento de algunas de las regiones más áridas del país.

El proyecto ’’Reverdecer Túnez’’ es fruto de la colaboración entre el ISSBAT (Instituto de Estudios Superiores de Ciencias Biológicas Aplicadas de Túnez), Eco-Conscience, una asociación de la sociedad civil cuyo objetivo es sensibilizar a las personas sobre cuestiones medioambientales, y la Asociación Tunecina de Permacultura, que preserva las semillas y promueve el patrimonio agrícola. El objetivo es conjugar el estudio en las aulas con las experiencias en el terreno, y ofrecer soluciones concretas para atenuar el cambio climático y desarrollar modos de producción agrícola sostenibles. 

El proyecto, con sede en Tunisia y cuyas actividades comenzaron en 2013, se ha puesto en marcha en diferentes centros educativos de dos ciudades, Mareth y el antiguo oasis de Zarat, ambas situadas en la zona costera de Gabes, conocida por la contaminación debido a la producción de fosfatos. El proyecto fue uno de los candidatos al Premio UNESCO-Japón de Educación para el Desarrollo Sostenible de 2018.

Modelo alternativo de agricultura sostenible

Samia Mouelhi, directora del proyecto, afirmó: “Nos encontramos en las puertas del desierto bajo condiciones de mucha aridez. El proyecto se inició con una etapa educativa para el desarrollo sostenible a fin de familiarizar a los estudiantes con el concepto de permacultura, y se enfocó luego en los estudiantes y las asociaciones comunitarias que desempeñan un papel activo en los cambios medioambientales’’.

A partir de esto, se creó un modelo alternativo de desarrollo agrícola sostenible basado en la escasez de tierra y agua en el país.

Una vez fuera de las aulas, los estudiantes comienzan por trabajar en el Jardín Forestal del ISSBAT en la capital. Presentan proyectos para plantar 40 árboles frutales, tales como olivos, higueras, dátiles, ciruelos, albaricoques, limoneros, almendros, granados y algarrobos, así como 40 árboles forestales y 81 plantas medicinales.

El proyecto fue reproducido luego por seis escuelas de la región de Mareth para crear oasis boscosos en regiones áridas. 74 voluntarios han participado en el proyecto, entre los que figuran estudiantes y docentes del ISSBAT. Ya han plantado 328 árboles frutales, 495 plantas medicinales y 240 árboles forestales. 

“Ponemos mucho cuidado en plantar solamente aquellas especies locales que sabemos se adaptan mejor a este contexto y pueden sobrevivir a los efectos del cambio climático, y enriquecer los suelos pobres”, afirmó Samia.

De este modo han comenzado a brindar formación a las asociaciones locales proporcionándoles un plan que indica qué se debe plantar y dónde, a la vez que les explica los sistemas hidropónicos y de cobertura del suelo para propiciar a los árboles las condiciones ideales para que puedan prosperar.  

“Como los proyectos siguen llevándose a cabo lejos de Tunisia, los estudiantes garantizan la continuidad y participación mediante la utilización de las redes sociales para mantenerse en contacto”, afirmó Samia. “Las autoridades locales también se mantienen informadas mediante reuniones periódicas.”  

Es durante este proceso que Samia recordó algo que había visto hacer a su abuelo cuando trabajaba en el jardín.

“Cuando hacía mucho calor, colocaba vasijas de terracota al pie de las palmeras y los olivos para almacenar el agua. De pronto, esta idea me vino a la mente y empezamos a mostrar interés por esta técnica de irrigación ancestral y a fabricar nuestras propias vasijas,” afirmó Samia. “Estas vasijas se utilizaban antes para almacenar alimentos o aceite, e incluso agua, pero en el Túnez de hoy solo se usan como adornos, en lugar de utilizarlas como utensilios para los quehaceres cotidianos”.     

Las técnicas antiguas se unen a los tiempos modernos

Se trata de un ejemplo perfecto de una técnica ancestral adaptada y mejorada para nuestra época, uno de los estudiantes de máster del Instituto lleva a cabo actualmente experiencias con diferentes formas y tipos de terracota para encontrar la versión que se adapte mejor a las tierras y técnicas de irrigación tunecinas.

Además de organizar visitas de terreno, el proyecto organiza una serie de conferencias para involucrar a los padres, a los docentes y a la comunidad.

“El objetivo es que los estudiantes no sientan solo curiosidad por el proyecto, sino que cuando se vayan, compartan y transmitan sus conocimientos”, afirma Samia. “Así se convierten a su vez en formadores.”

Y la comunidad en su conjunto puede sacar provecho de esto.

“El proyecto aplica el concepto de economía colaborativa en el que el principio es que ‘todos ganan’. No solo compartimos los conocimientos y recursos, sino que los alumnos también sacan provecho directamente al consumir en el comedor los vegetales y las frutas que producen nuestros árboles y plantas. El objetivo es que juntos podamos explotar mejor los recursos que poseemos para el bien de todos.”

Una prueba del éxito del proyecto es que otras instituciones piden que el Instituto les explique cómo llevar a cabo el “reverdecimiento”, y otros agricultores de la región de Mareth también.

Para satisfacer sus solicitudes, se trabaja en la elaboración de un documento que servirá de manual para transmitir los conocimientos adquiridos.

“Hay incluso agricultores que están dispuestos a ofrecernos una pequeña parcela de tierra para que les mostremos el proceso de reverdecimiento.”, afirma Samia. “En el futuro, con mayor financiación, pretendemos crear jardines urbanos en todas las escuelas y que los agricultores nos ayuden a crear y desarrollar oasis.”

La educación es el elemento más poderoso que prepara a las sociedades para que hagan frente a los desafíos mundiales que plantea el cambio climático. La educación proporciona a las personas, las comunidades y al público en general las actitudes y los conocimientos necesarios para participar en la construcción de sociedades ecológicas, con emisiones débiles, y resilientes de cara al cambio climático. La UNESCO estimula la Educación sobre el cambio climático en el marco de su programa de Educación para el Desarrollo Sostenible (EDS). Durante la jornada del 13 de diciembre de 2018 dedicada a la educación en el marco de la COP24, la UNESCO y sus socios organizarán un conjunto de manifestaciones con miras a promover la educación y, en particular, la EDS como parte de toda estrategia cuyo objetivo es combatir los efectos del cambio climático, aplicar los acuerdos mundiales y alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible.